miércoles, 2 de diciembre de 2009

3er. PREMIO CUENTO

HIPÓLITO VARGAS

Amelia Robles se había colocado una flor roja recogiendo su pelo, conjugando en armonía con su boca de labios gruesos, encendida y tan viva como la flor de su cabello. Sonó el teléfono.
Bajando su corsé con aire seductor y provocativo, emitió un hooola largo y gentil.
Como respuesta, esa voz gruesa, tan amada y siempre esperada al sonar el teléfono.
Hipólito Vargas estaba hablando con ella como si el tiempo nunca hubiese desaparecido entre ambos.
-Amelia como estás-
-Hipólito Vargas, estás en Puerto Rico-
-Amelia, llegaré a tus brazos en cualquier momento-
Ella recordó esos brazos fuertes que la estremecían cuando él la tomaba hacia sí buscando refugiarse en el calor de su cuerpo y acariciando el tubo como si fuese el pecho de Hipólito Vargas le dijo:
-Te esperaré-
-Adiós, te volveré a llamar-
Amelia sintió la mano de ese hombre que estaba con ella en la habitación que le acariciaba su rostro moreno y tocaba sus labios rojos, con sus dedos, recorriendo su carnosidad e introduciéndose sobre sus dientes, palpándolos, como homenaje a su blancura.
Amelia Robles con aire placentero, sentada en la silla al lado del teléfono, y con su brazo caído sobre su falda, aún seguía como en un túnel unida a esa voz que había desaparecido, pero que para ella seguía mimando sus oídos.
Dentro de la habitación su amigo casual, le sacaba la flor roja del pelo y acercaba su boca a los labios de la Amelia, que aún temblaban de deseo por Hipólito Vargas

GLADYS LOPEZ PIANESI

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